Explícitas relaciones entre literatura juvenil,
docencia, escuela y valores aparecen en las presentaciones del segundo premio
anual de literatura juvenil (1987). En la
presentación de Sucedió en el valle,
el paratexto de profesor señala las características deseables para un autor de
literatura juvenil: “un adulto que estimula, promueve, despierta, facilita y
espera. Concibe sus novelas como concibe el mundo: sin terminar. Y tiende al
lector joven una mano para invitarlo a ser protagonista”. Un adulto animado por
“el espíritu docente”
. Esta presentación tiene, además, un apartado que
bajo el subtítulo de “¿Qué es la literatura juvenil?” cruza las voces de la
anotadora y del autor para definir el producto editorial. Una novela juvenil
apunta más allá de lo puramente literario y, por medio de una anécdota
llevadera debe conducir al lector a otra dimensión, en la que quizás se
descubra revisando valores.
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